jueves, 18 de octubre de 2012

Capítulo 4- El regreso

-¡Ya! Ya vale Atsar, te sigo conociendo, me da igual que no me quieras, me da igual todo. Acaban de atacar mi reino, mi casa. ¡Y tú sigues actuando como si no me conocieras, como si no hubiese pasado nada entre nosotros, como si no hubiesemos estado casi seis meses juntos! Me da igual que no me quieras, que no te importe, pero no me da igual que me trates tan fríamente, como si jamás nos hubiesemos conocido- dije yo con lágrimas en los ojos.
-¿Como no voy a quererte?- dijo Atsar limpiandome las lágrimas con el dorso de la mano y acariciándome la mejilla al mismo tiempo- Si eres perfecta... Eres mi pequeña Aliara y jamás dejarás de serlo. Te adoro y siempre lo haré. Puedes gobernar un reino medio en ruinas tú sola. ¿Te das cuenta de lo impresionante que eres? -intenté pararle, pero siguió- No te subestimes, eres genial, única y perfecta, amiga mía. Te dejé porque... porque ibas a ser una reina, y yo soy un plebeyo cualquiera. ¿Como quieres que salga con alguien tan...?- dijo. Le paré poniéndole el dedo índice en los labios. Me miró. Respiré hondo y le dije:
-Tú no eres cualquier plebeyo. Eres mi adorable Atsar  y yo tampoco voy a dejar que vuelvas a subestimarte, ...- dije yo acercándome a Atsar. Le besé separando los dedos y pasándolos por su pelo. Él me cogía la otra mano y la otra la posó en mi espalda. Oímos un ruido y nos separamos rápidamente. Vi a Frolmo y su ejército llegar. Antes de darme cuenta, estaba tumbada en el suelo, con el brazo en una extraña posición y Atsar estaba en el caballo de uno de los soldados de Frolmo, maniatado. Frolmo bajó del caballo y me dijo:
-Volvemos a vernos pequeña... Yo me voy pero volveré a por ti...-dijo de una manera cruel. Me pisó el brazo y solté un chillido. Volvió a subir al caballo y se fue, llevándose a su ejército. Lloraba, pero aun no se si era porque se llevó a Atsar o por el dolor del brazo roto. Me levanté sujetándome el brazo. Me arranqué las dos mangas del vestido, las até y me las pusé al rededor del cuello. Pasé el brazo por ahí y empecé a andar. Llegué al pueblo con lágrimas en los ojos. A saber donde estaba Frolmo. Todo había ardido. Luara me miró y me abrazó. Pegué un chillido de dolor. Se separó de mi y me miró el brazo. No podía concentrarme en nada y la gente hablaba. Miré a mi al rededor. Me fijé. Solo había mujeres y niños. No había ningún cadáver. La madre de Atsar me miró y pegó un chillido. Apenas pudo articular una palabra.
-¿A-atsar?
Negué con la cabeza. Comprendió. Se abalanzo sobre mi y me abrazó llorando. Le abracé yo también. Mi cabeza daba vueltas.
La mayoría de la gente lloraba. Me obligué a mi misma a enderezarme. Habría unas cincuenta personas en total. Me dije que no habrían secuestrado solo a los hombres, que otra parte no estaría llena de cadáveres...

1 comentario:

Va, comenta, que me alegras el día!